Página 12 – VIERNES 26 DE SEPTIEMBRE DE 2008
El Festival Rojas Danza –del Centro Cultural Ricardo Rojas (UBA)– es una oportunidad de descubrir las mejores producciones de todo el país, que aun cuando hablen el mismo lenguaje de la danza contemporánea se abren como un generoso abanico de diversidad al que es posible asomarse hasta fin de mes.
“Es el resultado del deseo y la pasión”, así, el coreógrafo Gustavo Cervera, coordinador del Area Danza del Centro Cultural Ricardo Rojas (CCRR) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), daba inicio la semana pasada al Festival Rojas Danza 2008, que se extenderá durante todo septiembre. “La necesidad de ver todo junto, de darse un atracón y de cultivar la fraternidad”, fueron las motivaciones que hicieron realidad este gran encuentro que brinda la posibilidad de conocer la obra de 14 coreógrafos y coreógrafas de danza contemporánea que representan un amplio espectro de lo que se está haciendo actualmente en el país.
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Un mundo pequeño
La compañía Danza Viva, de Córdoba, que dirige Cristina Gómez Comini –bailarina, actriz, coreógrafa y directora–, está pronta a cumplir 15 años. Los escenarios –sobre todo cordobeses– y las situaciones por las que transitaron en este tiempo sus integrantes permitieron que el grupo arribara finalmente a Area restringida, una obra que indaga la memoria y el espacio a partir de las subjetividades femeninas que se ponen en escena.
Luego de una etapa de trabajo en grandes escenarios y para públicos amplios, y a partir del auge de las salas independientes de arte –en las que el espacio es más reducido que en teatros– en Córdoba, la compañía aceptó gustosa el desafío de lo pequeño. “La danza puede ser hecha en una baldosa”, asevera Gómez Comini. El hecho de restringir al máximo el espacio propició en el grupo un trabajo de introspección que condujo directamente hacia una zona femenina, en la que aparecen mandatos sociales que indican lo que se debe hacer como mujer. El objeto escénico en torno del cual gira la obra es una mesa en la que dos mujeres despliegan sus vivencias. “Se incluye el trabajo con pequeños objetos de la vida cotidiana que adquieren una dimensión inusitada en ese contexto, es como si estuviesen vistos con una lupa”, cuenta la coreógrafa.
Para elaborar la obra, hubo lecturas y recuerdos de vivencias. Esa indagación de la memoria personal hizo brotar en escena un par de zapatos, un huevo –que aparece totalmente exento del simbolismo que se le atribuye normalmente–, un sifón de soda, fósforos y repasadores.
Estos diferentes objetos titilan de manera singular en la danza de los cuerpos de una mujer que está sola y espera.
Verónica Engler
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-4400-2008-09-26.html