El Vernáulo Nº 51 – 2 de abril de 2009
«Uno ve bailar y le gusta». Su historia empieza como muchas otras. De niña, una noche sus padres la llevaron a aver el clásico Don Quijote y quedó maravillada. Desde lejos se puede se puede ver en sus ojos la pasión cuando habla de la danza. Desde cerca, cuando se escuchan sus palabras, se comprueba que aquel sueño de niña puedo cumplirse.
Cristina Gómez Comini es, sin duda, una de las artistas de mayor trayectoria de nuestra provincia. Compartió escenarios con los más exquisitos bailarines, fue dirigida por los más renombrados coreógrafos y hoy dirige el Seminario de Clásico Nora Irinova del Teatro San Martín de la Ciudad de Córdoba. Hace ya 15 años creó el grupo de danza contemporánea Danza Viva, con el que cosechó aun más reconocimientos como coreógrafa a nivel internacional, teniendo como resultado un libro publicado en el 2007: Apología de un instante; una retrospectiva y un archivo fotográfico de 12 años de la compañía Danza Viva.
¿Cómo nace su pasión por la danza? De muy chiquita estuvo en la academia de Silvia Soria Arch. «Habré estado un año y Silvia le dijo a mi mamá que tenía condiciones. Me presenté al examen de ingreso del San Martín, en la escuela de la cual ahora soy directora y quedé entre tantas niñas; así empecé mi vida en la danza», explicó. En el 79 se radicó en Buenos Aires; estudiaba en el teatro San Martín y en el Colón cuando audicionó para viajar a Bélgica, al centro de perfeccionamiento Mudra de Maurice Bèjart. «Se supo que él iba a tomar audiciones para ingresar.
Fue una experiencia increíble. Yo recuerdo esa técnica clásica tan depurada pero al mismo tiempo tan moderna, tan contemporánea; lo que hacían era muy osado para lo que yo había visto», recuerda. Allí se nutrió de grandes profesores, no sólo de danza, sino también de teatro. Otra de las ramas del arte a la que se dedica. «Me fascinó la capacidad expresiva de esos bailarines, la capacidad técnica corporal y la libertad de esos cuerpos. No estaban encasillados en una sola técnica: hablaban, actuaban, cantaban y bailaban. Bèjart decía que el intérprete completo, con todo el arco expresivo realmente probado, cubierto y experimentado», repasó Cristina.
Volvió después de 14 años. Así nace Danza Viva: «Son esos emprendimientos que obedecen a algo que te está pulsando dentro. En mi caso también fue por el enorme estímulo que recibí de un grupo de alumnas: Anita García, Nora Wittaovski y Patricia Vellón, que después de un curso que di, me dijeron: tenemos que hacer algo. Hubo una gran conexión entre las cuatro. A mí me había gustado el proceso creativo y lo coreográfico, y también sentir que me había sacado las ganas de bailar en los escenarios y que quería aportar a la danza desde otro lado», resalta Gómez Comini.
Mientras fue bailarina lo disfrutó de una forma muy romántica, extrema; «me quería morir en el escenario», resalta. Hoy, como docente y coreógrafa, se ve así misma como una buscadora, una persona que está siempre buscando algo. «A veces no sé bien que, y eso me da una cuota de ansiedad con la que me cuesta convivir. Soy una buscadora que intenta ser una buscadora paciente, tratando de mirar mejor lo que está a mi alrededor».
Así, apasionada y buscadora, esta artista cordobesa hoy está trabajando en otra de sus pasiones: el teatro. Y vuelca todo eso que absorbió de aquellos grandes, para hacer grande la danza y el teatro de nuestra provincia.