La Chacarita reabre sus puertas con el estreno de Dos señoritas Julia en caída, el sábado 6 de marzo. La dramaturga Soledad González y la directora Cristina Gómez Comini hablan de los conflictos de los personajes de esta obra.
La puesta de Cristina Gómez Comini toma los monólogos de Soledad González y logra un texto escénico para dos actrices: Lourdes Dolphyn y Natalia Sara. La directora fue invitada por ellas a sumarse al proyecto.
El estreno de una de las obras ganadoras del concurso Teatres finalmente ve la luz bajo la dirección de Cristina Gómez Comini. El título, Dos señoritas Julia en caída, puede conducir automáticamente a la señorita «Julia» por excelencia del teatro universal, la de Strindberg. Pero no. Soledad González explica cómo aparecieron estas dos voces ligadas a encrucijadas existenciales y contextos adversos.
La VozEscrito en 2017, el primer monólogo fue Julia y salió volando, . «El nombre estuvo en el aire. Después escribí otro monólogo y seguí con esa voz. Los dos tienen mucho humorismo. Encuentro una voz en la que está mi mirada de crítica social, ecofeminista. Una Julia vuelve a su pueblo rural, a la familia matriarcal, con una abuela y tías después de haber abandonado en la ciudad todo lo que tiene que ver con los ascensos, es decir, haber dejado un casamiento en ciernes, un ascenso en la empresa en la que trabajaba», dice.
Ese material cambió de título varias veces y de formato. Fue un cuento que ganó el Concurso Nacional de Cuentos de Acic y la Escuela de Letras en 2018.
«La abuela habla de cómo cambió el campo, el de los pequeños productores que en los años 1980, 1990 se quedaron sin nada. Cuando Julia llega al campo se entera de que la abuela las ha desheredado porque en realidad ha perdido todo. El conflicto del campo es el telón de fondo», comenta Soledad.
En el caso de la otra señorita Julia (Julia o la disolución, el título original), ella vive en la ciudad, es una empleada alienada que escucha todo el tiempo los jingles de las publicidades. “Tiene su mamá que ha perdido su casa y sus objetos en una inundación (podría ser la inundación en Sierras Chicas). Julia está en crisis y se suma esto. Los dos monólogos están atravesados por las relaciones madres-hijas en un contexto económico y socio-ambiental. Son temas que me interesan y encontré en estas voces femeninas un alter ego para hablar con cierto humorismo de cosas que están mal”, detalla.
Las dos están en una caída, por elección. La caída, en términos de lo que impone la sociedad.
Con respecto a la reapertura de salas, dice la autora que se radicó en 2020 con su familia en San Marcos Sierras. “Es un momento tan extraño e importante, a la vez. Espero llegar al estreno. Es difícil de entender todavía lo que está pasando. Es emocionante que se pueda retomar el arte vivo», sostiene.
«No entrar en contacto con los demás es tremendo, para el mundo del teatro, para las escuelas y la humanidad. De alguna manera, esta apertura nos trae de vuelta a una intimidad”
Bajo el signo del agua
La puesta de Cristina Gómez Comini toma los monólogos de Soledad González y logra un texto escénico para dos actrices: Lourdes Dolphyn y Natalia Sara. La directora fue invitada por ellas a sumarse al proyecto.
“No puedo creer que vamos a estrenar, después de un año y medio de haber empezado a trabajar en la obra (en la segunda mitad de 2019). Yo soy de procesos cortos, cuatro o cinco meses, pero hubo un año de espera.”
Con respecto al trabajo escénico, Cristina sintió que para que no quedaran solo dos monólogos, y convertirlos en una obra, había que intervenirlos. Hay un planteo desde la dirección para que las dos actrices participen en los dos textos. Incluso, cambió el orden. Esta decisión les dio dinamismo desde el punto de vista escénico. “Son muy lindos. Soledad tiene la característica de generar un ritmo interno, equilibrado. Es muy musical en su escritura”, señala.
En ese sentido, la dramaturga dio libertad absoluta y da respuestas muy abiertas para que el equipo decida sobre sus obras.
“Los dos monólogos están atravesados por el agua: la inundación (a cargo de Lourdes) y el otro, por una lluvia permanente (a cargo de Natalia Sara). Encuentro en ellos una poética en la que la mujer resiste. Están escritos en clave femenina. La mujer se las arregla para enfrentar esa complejidad que no es solo externa y sale adelante”, subraya.
Pensando en Strindberg y el destino trágico de la señorita Julia, estos monólogos funcionan, tal como los interpreta la directora, en sentido opuesto. “Estas van para adelante -asegura Cristina-. Eso es lo que me encanta. Cada una se las arregla para mantenerse en pie, aunque hacen una apología de soltar, dejarse llevar. Pero ahí están a pesar de todo. Las dos Julia están atravesadas por la catástrofe: enojos contra el mundo y la catástrofe familiar. Uno es más filosófico y el otro tiene partes desopilantes, que se perciben en la lectura y en escena hacen reír”.
Las actrices pidieron un desafío y trabajaron en la zona difícil. “Las actrices son muy vitales, con mucha entrega, muy profesionales, con formación y experiencia. Le dio dinamismo la intervención de una y otra, desde los personajes inferidos o un pensamiento. Los monólogos no se mezclan. Mi idea es que las dos estén en escena todo el tiempo”, revela.
Sobre las sensaciones del regreso a la presencialidad la directora cuenta: «Cuando pusimos las luces nos subió una emoción porque volvimos a respirar teatro. Estoy muy contenta. En el equipo todos ponen su creatividad. Intentamos ensayar durante la cuarentena por zoom y fue un desastre».
«Pensamos filmar pero llegamos a la conclusión de que no queríamos hacer teatro filmado. Hubiera sido otra obra», concluye Cristina.
La escenografía de la obra a cargo de Germán Falfán es minimalista. Cristina Gómez Comini ha trabajado, como en otras oportunidades, con Guillermo Ceballos, responsable de la ambientación sonora de la obra. El diseño lumínico es de Daniel Maffei y el vestuario, de Ariel Merlo.