Revista Desterradxs Nro. 18 – Córdoba
Bailarina, coreógrafo, actriz y directora. Discípula de Maurice Béjart en su escuela de Mudra. En Córdoba fundó la compañía «Danza viva». Fue directora del Seminario de Danza del Teatro San Martín. Acaba de obtener el Premio Provincial de Artes Escénicas como mejor directora de la producción 2012. Además es esposa, madre, abuela y una amiga maravillosa.
Por Ricardo Bertone
Siempre me ha atraído la idea de ser como el Dr. Jekyl y Mr. Hyde, y creo que nos pasa a muchos; tenemos a u «otro» escondido adentro al que no revelamos así nomás. Yo he tenido la suerte de haberme valido de lo escénico para mostrar a «ése» que no aparece con tanta facilidad en la vida cotidiana. En mi caso alberga un ímpetu, un riesgo que siempre he deseado. Es cierto que también se arriesga en el hacer de todos los días, pero en lo artístico es como romper los límites.
Gomez Comini en primera persona
Admito que el deseo de consumar lo prohibido me provoca mucho. Más que de perversión prefiero hablar de una oscuridad que pugna por revelarse. Guardo imágenes mías de niña, estando en lugares muy formales invitándome a mí misma a hacer cosas que rompieran con esa formalidad. Me acuerdo cuando estaba preparándome para hacer la comunión e iba los domingos a la iglesia; veía la araña de cristal e imaginaba lo que pasaría si me colgara de ella y me pusiera a gritar. Es la primera vez que lo digo, pero me fascinaba el descubrimiento de la potencia que es uno para romper estructuras, formalidades, para desacomodar ciertas situaciones dadas. Siempre supe, por supuesto, que el límite es el respeto por el otro, por eso el juego mío era imaginar. Ahora que lo digo se me ocurre que pude haber volcado algo de eso en lo escénico, algo así como romper ciertas estructuras que teóricamente «tendrían que ser».
En mis obras confluyen muchos universos, no sólo la conjunción de los míos. He aprendido a trabajar con el imaginario del otro. No es fácil, me llevó tiempo. Cuando era muy joven llegaba con la obra muy estructurada: este es el principio, este es el medio, éste el final, la vamos a hacer así y asá y trataba que todo se acomode a como lo había pensado. Indudable producto de la suma de inexperiencia e inseguridad propias de la inmadurez. La danza particularmente me fue enseñando a potenciar el aporte del otro. La obra -su construcción, su dramaturgia- sigue siendo tuya pero gana en riqueza con el imaginario de los otros. La instancia crucial de este proceso es la selección del material que se usa en la obra; ello implica descartar, un momento doloroso, delicado e imprescindible. El instante preciso en el que uno corre el riesgo de perderse.
Sobre inspiraciones y recurrencias
Es innegable que uno le da cierta libertad a los fantasmas y así aparecen temas con cierta recurrencia. La manipulación, por ejemplo,e s algo que apareció con mucha evidencia en «Tango», mi última obra, pero el tema ya estaba presente en «Cuerpo impuro». Es más, creo que siempre está de alguna manera, en la forma en que se irrumpe en la escena, o el manejo de objetos o en la disposición del espacio. Esto de que los otros hagan lo que uno quiere es un tema preocupante y recurrente. La sexualidad aparece también con cierta recurrencia. Creo que es un tema que nos está gritando algo que es muy importante pero que la sociedad no llega a saber qué es, que las personas, concretamente no terminamos de entender. Me atrae lo ambiguo, lo que de alguna manera es tabú, lo que me ayuda a indagar en la existencia humana a través de lo oscilante, de la ruptura de lo estanco: instalar una humanidad esencial en el trasfondo de cualquier recorrido.
Pienso que tengo que hacer una obra con cada artista interesante que me cruzo, mi fuente de inspiración son los artistas, lo que son, cómo vibran. Mi compromiso más inmediato es preparar una obra con «Danza viva», la compañía que fundé, que cumplirá veinte años, pero me gustaría afrontar uno de esos grandes nombres de la danza; «La Consagración de la Primavera» o «Bolero», por ejemplo. «El Lago de los Cisnes» es una provocación que me seduce para retrabajarla en clave contemporánea. Estoy dispuesta a esperar a que suceda o a provocar la ocasión en el momento que sienta que es. Mi vida en general ha sido un ir hacia las cosas y estoy descubriendo el valor de la espera. Muchas veces llegan cosas que superan lo que uno hubiera buscado o intentado conseguir. Por ahí me gustaría que me encarguen un trabajo en particular porque me obligaría a poner mi creatividad al servicio de algo muy específico. Recuerdo a un maestro florentino que nos decía que los artistas debíamos ser como los del renacimiento: trabajadores por encargo. Miguel Ángel o Rafael lo hicieron y su obra es maravillosa. No hay nada menos en aceptar un encargo y hacer de ello tu mejor trabajo. No me preocupa el éxito en término de número de espectadores, acepto la posibilidad de hacer algo para pocos. Convocar al público es como armar una reunión de amigos, por ahí haces una fiesta que convoca a doscientos y por ahí una cena íntima en la que estás con esos cuatro o cinco con los que compartís tu propia esencia.
El momento del hogar
Es cierto que socialmente la mujer está más obligada a las cuestiones domésticas y familiares, pero se trata de negociar amorosamente. Tengo un esposo maravilloso. Pasamos una época en la que criábamos a cinco hijos en simultáneo, no fue fácil. Pero él, Jorge, partía por ahí un fin de semana con todos, por ejemplo, para dejarme en esa soledad imprescindible para trabajar sin presiones. Claro está que lo doméstico se cruza: estoy en el consultorio del dentista y llamo al iluminador para encontrarnos antes porque tengo una sugerencia o estoy comprando fideos en el supermercado mientras pienso en la música más adecuada para un fragmento de la obra que estoy armando.
Me salgo de ella y la observo desde el amigo que hace la nota. No puede usar pantuflas porque sus pies no se arrastran, ella vuela. Me invita a comer y pone a cocinar ravioles. Echa sal en el agua que está hirviendo y extrañas figuras se contorsionan en la olla. No digo nada. Comemos en familia, hablamos de todo. Me despido y salgo caminando. Tengo la sensación de estar preñado con un fantasma de su próxima obra.