Coreógrafa, dramaturga, bailarina y actriz, se perfeccionó en Bélgica y trabajó 14 años en Europa. El lenguaje de la danza hoy y la lucha por una Ley Federal de Danza que le dé mayor visibilidad al sector.
Queremos que la danza ocupe su lugar a la par de las otras disciplinas.
Formada en Córdoba y Buenos Aires y becada por el Fondo Nacional de las Artes (FNA) para realizar su perfeccionamiento en Europa, Cristina Gómez Comini fue directora del Ballet Oficial de la Provincia entre 1997 y 1998 y directora de ese Seminario hasta 2013, año en que asumió la dirección de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea.
En su faceta de directora trabajó junto a Paco Giménez en la obra Vals, que volvió a poner en el escenario al mítico grupo cordobés Los delincuentes. A 26 años de haber fundado la escuela de formación Danza Viva, Gómez Comini reflexiona sobre la danza en la actualidad, los lenguajes y la vuelta a los escenarios.
Perfil¿Con qué proyectos te agarró la cuarentena?
En pleno inicio del año de formación en Danza Viva, que desde 2012 trabaja mucho en la formación del bailarín profesional. El 16 de marzo cerré con un montón de proyectos de la escuela en marcha. Reconvertí un pequeño porcentaje de materias pero para la danza es antinatural trabajar a través de una pantalla. Es necesaria la vibra de la presencia física. Al principio nos costó mucho, los alumnos fueron adaptando espacios en sus casas, poniendo barras, pisos vinílicos. Parecía que no iba a funcionar, pero aunque no es lo ideal, funciona.
¿Y en cuanto a tus otros proyectos?
Iba a dirigir Dos señoritas Julia en caída, una obra de texto de Soledad González y tenía varios viajes para dar clases. Estaba en proceso la creación de una obra para la escuela, tenía en carpeta traer a Paloma Herrera y otros maestros de su talla pero todo tendrá que esperar.
Anda dando vueltas enlas redes ‘Cosas de cuarentena’, un video tuyo con música de Enrico Barbizi, ¿has estado haciendo otras cosas en el mundo virtual?
Esa fue una mini obra colaborativa con otro artista. El primero que me invitó a hacer una colaboración fue Adrián Andrada (Grupo Blick), basándose en Los 58 indicios sobre el cuerpo, de Jean Luc Nancy. Luego vino la invitación de Enrico para trabajar con su música.
¿Cómo es el trabajo en esta soledad que impone el aislamiento, en la que los otros cuerpos (el público, los alumnos) no están?
Cuando das clases a través de una pantalla te hipersensibilizás respecto al cuerpo del otro, te metés en su cuerpo con esa voluntad de sentirlo para poder corregir. Hay una consciencia más profunda aún del cuerpo. Al principio era muy frustrante esta soledad pero descubrimos otros aspectos, como la mirada: no mirás del mismo modo que cuando tenés el cuerpo presente, hay una mirada más profunda.
¿Cómo imaginás la vuelta a los escenarios?
Que los elencos actúen sin público será algo incompleto, nos va a faltar algo, porque el que vivió de las artes escénicas necesita de la otra parte. Artista y público es una simbiosis, un intercambio energético, ahí se produce la química del trabajo. No me animo a hacer pronósticos. No sé cómo nos vamos a ir acomodando, quizás el streaming mismo sufra transformaciones. Al principio pensé que estrenar por streaming sería una gran idea, pero luego me di cuenta que quiero estrenar con público. En la danza, específicamente, un cuerpo presente es una materialización de muchas cosas, de un pensamiento, de un sentimiento, de una emoción. El cuerpo presente tiene posibilidades que no tiene la cámara y viceversa.
¿Cómo ves posicionada a la danza hoy en Córdoba, en relación a otras disciplinas?
Se está haciendo cada vez más fuerte. Creo que está buscando una paridad con las otras artes, en términos de legislación y derechos. Hay un movimiento muy importante en Argentina que se llama Movimiento Federal de Danza, que busca una Ley Nacional y Federal de danza. Y cada vez somos más.
¿Por dónde dirías que pasa hoy la búsqueda en la danza?
Hay una diversidad de lenguajes, cuerpos, pensamientos. Creo que los lenguajes son múltiples cada vez más. La danza es el pensamiento en movimiento, entonces hay tantas danza como pensamientos, tantos lenguajes como pensamientos. Son múltiples, híbridos, potentes y bellos. Esta riqueza de lenguajes tiene que ver también con la conciencia de desarrollar diferentes técnicas. Se estudia la técnica con la misma profundidad que se estudia un instrumento musical. Es importante conocerla para después poder salirse de ella. No creo mucho en las libertades sin bases: hay que aprender y estudiar constantemente.
¿Los públicos acompañan esa búsqueda o están más apegados a lo clásico?
La apertura del público hacia nuevos formatos me parece por momentos cada vez mayor. Algunos públicos están ávidos, es quizás el público valiente que va a la par del artista y recepta esas búsquedas. Pero hay otro público más conservador que se resiste a los cambios.
El arte se hace cada vez más necesario y las políticas culturales muchas veces no acompañan. ¿Cómo se revierte eso?
La cultura es parte constitutiva de nuestra identidad y la política no puede obviar esta importancia. Quizás en los países más evolucionados está claro, en otros no tanto, y en algunos hay otras prioridades. Siempre lo económico es un eje por donde se deciden las cosas. Siempre ha habido funcionarios que le han dado importancia y otros que no, pero al ser todo tan irregular, lo que se obtiene hoy mañana se perdió. Y eso desgasta a la comunidad artística. La danza es una de las disciplinas más golpeadas, pero me siento más esperanzada porque las nuevas generaciones vienen con muchas convicciones e iniciativa.
¿Cómo seguirá tu año?
En cuanto se pueda volveremos al estudio aunque sabemos que será una vuelta con pocas presencias por los protocolos. Estoy también planificando el regreso a los ensayos de Dos señoritas… quisiera tenerla lista a fin de año para estrenar ni bien podamos. El resto quedará para el año que viene.