La Voz del Interior – Domingo 5 de mayo de 2002
De entrada nomás, la atmósfera introduce al espectador en una dimensión extraña y conocida a la vez. Unos pocos elementos separan a los dos músicos del espacio escénico, un hombre barre lentamente el espacio, como salido de la obra Esperando a Godot. Luego, sobre la base sonora de voces y gesticulaciones, el diálogo primitivo tiene como protagonistas a una mujer y a un hombre. De entrada nomás, ¿Punto de fuga? nos enfrenta a lo que no nos animamos a hacer cuando nos quedamos sin palabras. El espacio es el de las relaciones humanas, el de la pareja y el abismo personal de la mujer, lugar que Danza Viva representa con energía, gracia e inteligencia demoledoras.
El espectáculo se organiza en la alternancia de ellos y ellas. Las mujeres bailan dejando el alma en el trabajo de ser ellas mismas. Tanto el primer trío (Mundus mulierum, mundo de las mujeres), como las escenas tituladas Soledad y En carrera representan el universo cerrado y construyen una imagen de mujer que, a su vez, crea la del hombre. El trío se mueve como una fuerza que respira sobre las notas del xilofón; en otro momento, ella sola escarba en las posibilidades de su propia expresividad o ellas salen a comerse el espacio con los sacos de hombre. La comprensión tácita de las bailarinas y la sensación de libertad o autosuficiencia sufre un quiebre cuando llegan ellos. Uno de los hallazgos de la obra es el humor y esa corriente melodramática con que ellas viven cada situación.
Los hombres (actores, no bailarines) le dan al trabajo coreográfico una dimensión emotiva y más compleja. Los personajes se reconocen, se miran, se relacionan. Amor, odio, rechazo, encuentro. Cambia el juego de las fuerzas, ya no hay equilibrio ni acuerdos eternos. Resulta interesantísimo el cruce expresivo de ellos, con una plasticidad sin alardes, armónicos en la diferencia y ellas, siempre a punto de desbordarse. Por otro lado, la presencia de los músicos Juan Carlos Pinzani (saxo y flauta) y Aníbal Borzone (percusión) le da al espectáculo un carácter refinado, de extremo riesgo técnico.
El pasaje en el que los músicos interpretan una obra percutiendo sus rodillas, rodeados de los otros hombres impresiona porque saca al sonido que venía de atrás de los actores y lo ubica frente al público. Son dos hombres más. La escena del poder y la competencia por ocupar la silla es un buen ejemplo del talento con que se aprovecha un elemento común, si hay claridad conceptual. Sería injusto destacar a uno u otro. Ricardo Bertone, Pablo Altamirano, Lalo Orellano y Jorge Lera logran el contrapunto perfecto para el diálogo con las mujeres. Y así, un encuentro podrá ser el campo de batalla que anuncian en una suerte de juego de computadora, o el remanso del final donde una mano sostiene a la otra. Todos miran hacia arriba, a la espera de que llegue algo. Mientras tanto, el espectador sabe que se tienen a sí mismos, como personajes y como artistas. Eso vale más que todas las palabras.
Para los que deseen disfrutar de un espectáculo de danza -teatro, con música en vivo y puesta impecables.
Una virtud: la sensibilidad y el riesgo creativo con el que la coreógrafa describe la mirada femenina.
Un pecado: que en Córdoba la danza contemporánea todavía no tenga un público más amplio.
Baile, música y teatro potencian la intensidad de “¿Punto de fuga?”.
Beatriz Molinari
http://buscador.lavoz.com.ar/2002/0505/Espectaculos/nota95295_1.htm